martes, 25 de marzo de 2008

La perversa construcción del enemigo*

Cada vez son más frecuentes las voces que se elevan para tratar de alertarnos contra la aparición de un supuesto nuevo enemigo al que se designa con diversas etiquetas, de las que la más común parece ser la de islamo-fascismo.Los regímenes totalitarios utilizaban el término en un sentido muy amplio; durante mi infancia comunista, oíamos hablar de "enemigos" a diario, pese a que vivíamos en paz. La falta de logros económicos se achacaba a los enemigos exteriores -sobre todo, los imperialistas angloamericanos- y a los enemigos interiores -espías y saboteadores, nombre que se daba a todos los que no manifestaban suficiente entusiasmo por la ideología marxista-leninista-. Cualquiera que fuese diferente era considerado unadversario y cualquier adversario, un enemigo, al que era legítimo, e incluso loable, exterminar como una alimaña.La reducción de las relaciones internacionales al par "aliados-enemigos" no garantiza, ni mucho menos, la victoria del ideal que se pretende defender.Hoy, los atentados terroristas contra Estados Unidos justifican, en opinión de su Gobierno, las torturas sistemáticas en la prisión de Abu Ghraib y en el campo de Guantánamo y el abandono de los principios en los que se apoya el Estado de derecho. Esa actitud, a su vez, hace que sus enemigos consideren legítimo llevar a cabo nuevos actos terroristas, todavía más asesinos.El resultado es que unos y otros se contaminan del que querían combatir. Si para vencer al enemigo se toman prestadas de él sus peores características, es él quien gana.Por otra parte, conseguir una victoria militar sobre el "enemigo" no es garantía de convencer a su pueblo: ésa es la lección del Tratado de Versalles en 1919, la batalla de Argel en 1957, la actual ocupación de Bagdad.¿Cómo escapar de la escalada a la que arrastra este modelo? Renunciando al pensamiento maniqueo en sí.Tenemos todo que ganar: no son las identidades hostiles las que provocan los conflictos, sino los conflictos los que hacen hostiles las identidades.

*Por Tzvetan Todorov -DIRECTOR DE INVESTIGACIONES DEL CNRS, PARIS

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